Que lindo escuchar lo que queres oir. Y que lo digan de verdad.
Se abrieron los ojos de par en par, y los oidos también.
Las palabras duelen. "los actos" (1er acto, 2do acto....) también.
Y ahora escucho esto, y me tomo un chocolate caliente. Y que se vaya todo a cagar.
(quiero aprender a silvar).
Ningún mensaje para vos o para mi
mejor así
mejor así
que suerte que nunca es el fin
todo estuvo listo para seguir
y también para terminar
porque la duda pudo más
quebró el hielo fino de la continuidad
tan fuerte que todo tembló
junto con vos
mientras el sol brillaba y a vos te alumbraba
siempre te pareció mejor la fiesta que al lado daban
era mejor lo demás
y ahora donde vas?
a lo mejor te confundió mi forma de ser
quien sabe si entendiste alguna vez
yo tampoco sé muy bien como es
ningún mensaje para vos o para mi
mejor así
mejor así
(Ningún mensaje - Rosario Blefari)
miércoles, 28 de mayo de 2008
sábado, 24 de mayo de 2008
Queres que te diga una cosa?
MATA MAS PROFUNDO UNA FRASE INSIDIOSA QUE UN GRAMO DE ARSENICO
(Almafuerte)
*fue mi frase de cabecera hace unos años, como vuelven las cosas*
miércoles, 14 de mayo de 2008
Dos mundos
(...)
Uno de tales mundos se reducía a la casa paterna, y ni siquiera la abarcaba toda, sino que, en realidad, sólo comprendía a mis padres. Este mundo me era bien conocido en su mayor parte: se llamaba madre y padre, se llamaba amor y severidad, ejemplo y escuela. Sus atributos eran un sueve resplandor, claridad y limpieza. Las palabras cariñosas, las manos lavadas, los vestidos limpios y las buenas costumbres tenían en él su centro. En el se cantaban el coral matutino y se festejaba la Nochebuena. En este mundo había lineas rectas y caminos rectos que conducían al porvenir; había el deber y la culpa, el remordimiento y la confesión, el perdón y los buenos propósitos, el amor y la veneración, la palabra de la Biblia y la sabiduria. En este mundo debía uno mantenerse para que la vida fuese clara y limpia, bella y ordenada.
El otro mundo comenzaba, sin embargo, en medio de nuestra propia casa y era complatamente distinto, olía de otro mundo, hablaba de otro modo, prometía y exigia otras cosas. En este segundo universo habia criadas y aprendices, historias de aparecidos y rumores de escandalo; había una abigarrada marea de cosas monstruosas, atrayentes, terribles y eneigmaticas, cosas como el matadero y la carcel, hombres borrachos y mujeres escandalosas, vacas que parían y caballos que resbalaban; relatos de robos, asesinatos y suicidios. En derredor nuestro existian todas estas cosas bellas y espantables, salvajes y crueles (...)
Lo más singular era que los dos mundos confinaban uno con otro, estrechamente yuxtapuestos.
(...)
DEMIAN, Hermann Hesse.
Uno de tales mundos se reducía a la casa paterna, y ni siquiera la abarcaba toda, sino que, en realidad, sólo comprendía a mis padres. Este mundo me era bien conocido en su mayor parte: se llamaba madre y padre, se llamaba amor y severidad, ejemplo y escuela. Sus atributos eran un sueve resplandor, claridad y limpieza. Las palabras cariñosas, las manos lavadas, los vestidos limpios y las buenas costumbres tenían en él su centro. En el se cantaban el coral matutino y se festejaba la Nochebuena. En este mundo había lineas rectas y caminos rectos que conducían al porvenir; había el deber y la culpa, el remordimiento y la confesión, el perdón y los buenos propósitos, el amor y la veneración, la palabra de la Biblia y la sabiduria. En este mundo debía uno mantenerse para que la vida fuese clara y limpia, bella y ordenada.
El otro mundo comenzaba, sin embargo, en medio de nuestra propia casa y era complatamente distinto, olía de otro mundo, hablaba de otro modo, prometía y exigia otras cosas. En este segundo universo habia criadas y aprendices, historias de aparecidos y rumores de escandalo; había una abigarrada marea de cosas monstruosas, atrayentes, terribles y eneigmaticas, cosas como el matadero y la carcel, hombres borrachos y mujeres escandalosas, vacas que parían y caballos que resbalaban; relatos de robos, asesinatos y suicidios. En derredor nuestro existian todas estas cosas bellas y espantables, salvajes y crueles (...)
Lo más singular era que los dos mundos confinaban uno con otro, estrechamente yuxtapuestos.
(...)
DEMIAN, Hermann Hesse.
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